Freud, el vestido femenino y la violencia sexual.

      Parece un hecho constatado por la Psicología, que los traumas personales producen nuevas pautas de comportamiento orientadas a la no repetición del suceso desgraciado , tratando de reducir los riesgos futuros: un herido grave en accidente de coche, puede que renuncie a conducir automóviles para siempre ; un rechazado in extremis por su novia de toda la vida, en favor de un tercero, quizás  genere una misoginia que le haga rehuir en el futuro a las mujeres; el arruinado en los negocios, evitará el riesgo en su nuevo modus vivendi, etc . Son posibles consecuencias del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), la patología mental que suele seguir a este tipo de experiencias vitales negativas. Naturalmente,  si la vivencia en cuestión no ha sido sentida como “traumática” , y todo queda en un molesto traspiés que cura con el tiempo, el conductor volverá a la carretera, el desengañado a buscar nueva novia y el empresario a su nuevo negocio. Bajo estas premisas,llaman la atención algunos hechos recurrentes, de trascendencia histórica, que parecen no haber dejado huella en la psique humana, a pesar de su gravedad, invalidando aparentemente la teoría del TEPT. Por ejemplo,  la larga crónica de violencia sexual y maltrato de mujeres que registra la historia hasta nuestros días , y que parece no haber producido en el género femenino  ningún tipo de respuesta natural , es decir, un cierto comportamiento o actitud psicológica preventiva, asociada a unos hechos traumáticos muy extendidos.(Aunque quizás exista y no alcanzamos a verla) . Nos surge esta duda pensando en otros hechos históricos y prehistóricos que sí han tenido gran repercusión social y/o  académica, traducible en sesudas teorías psicológicas  : por ejemplo,  el asesinato del padre mítico de la horda, (monopolizador de las mujeres), a manos de sus celosos hijos, ayunos de sexo,  que está en el origen -según Sigmund Freud– del  nacimiento del concepto de Dios y, por lo tanto, de las principales religiones. O   el sacramento de la Eucaristía que , según el mismo autor, se inspiró en los comportamientos caníbales posteriores al comentado parricidio . A la vista de estos ejemplos ¿ no debería , pues, existir la expresión psicológica inveterada de la traumática violación ?

Contradicciones antropológicas.

A primera vista pareciera que la psicología femenina ha quedado mínimamente afectada  por  aquello que debió representar, sin embargo,  un gran trauma en la vida de millones de mujeres, a lo largo de milenios de civilización(habría que llamarlo “incivilización”). Ni tan siquiera parece haber influido en sus pautas de vestir y, si lo ha hecho, ha sido de un modo contrario al esperable. Y decimos esto reparando en  la peculiar forma de cubrir su cuerpo de muchas mujeres modernas –en especial jóvenes-  en las que “las barreras” a una posible violación son mínimas  : piernas al aire, mínimamente protegidas por faldas ultracortas ,  por lo general tan livianas, que las levanta el simple viento, dejando al descubierto su ropa más intima   (ropa interior tan delicada, por cierto,  que se puede desgarrar casi con mirarla); sin hablar de las mujeres que prescinden del sujetador, o las que se  exhiben en verano  en playas y piscinas luciendo bikinis diminutos , en top-less o con desnudos integrales , que dejarían a sus ancestros perplejos, si levantaran la cabeza. Si bien es cierto que en un asalto sexual el vestido de la mujer quizás no sea determinante como factor defensivo (aunque su mayor complejidad hace ganar un tiempo a veces vital) , si puede llegar a ser un factor desencadenante de la libido del agresor, por lo que hubiera sido  esperable, en términos antropológicos, (y esto no debiera entenderse como un análisis “frívolo” sobre temas serios) una evolución natural del vestido femenino , inversa a la que en la realidad se ha producido; a saber: las mujeres  deberían hoy vestir pantalones resistentes, reducidos escotes,  y ropa interior sólida que hicieran las veces de barrera disuasoria ante posibles agresiones sexuales. Y, siendo consecuentes,  deberían también ser remisas a mostrar su desnudez parcial o total en público, por temor inconsciente a convertirse en  “blanco” de posibles violadores . 

La tendencia a mostrar piel por parte de la mujer se remonta a la moda del escote, que viene de la Baja Edad Media , pero la definitiva actitud “liberadora” del físico femenino  no ocurrió hasta mediados  del siglo XX y desde entonces,  la actitud recatada sólo existe en ambientes rurales, naciones atrasadas o culturas dominadas por religiones integristas; y siempre debido a la voluntad represiva de los hombres, los mismos que  en  la Alta Edad Media hicieron el “descubrimiento” del cinturón de castidad. Hay que destacar, no obstante, que tanto la aparición del pantalón en la mujer, como la tendencia contrapuesta hacia su “desnudez”, emergen el pasado siglo, el cual marca el punto de inflexión  de la moderna liberación femenina : en el caso del pantalón, porque los hombres se oponían (incluso mediante leyes) a que las mujeres “vistieran como machos” y en el caso de la desnudez, ya no se trataba de igualarse a los hombres, sino de rebelarse contra la dictadura del macho , sobre el modo de vestir y comportarse de la mujer. Tal vez por eso incluso el “masculino” pantalón muestra variantes más femeninas como el “mini-short”, que permitía mostrar los muslos, junto con otras más recientes y sofisticadas como los ripped jeans en los que las rasgaduras intencionadas del pantalón,  permiten exhibir abundantes áreas de piel femenina . 

La evolución de la ropa masculina.

 Por el contrario, y siguiendo en el plano de las contradicciones antropológicas , los hombres de este mundo nuestro, impulsados por la efervescencia hormonal y, en especial, por la  arrolladora fuerza de la  testosterona, podrían haber evolucionado hacia la forma de vestir con falda por las rodillas y ropa interior funcional, lo cual representaría la eliminación de barreras a la hora de actuar rápidamente en el campo sexual, cuando percibiera señales propicias por parte de la hembra. Pero los hombres escoceses han sido, al parecer, los únicos consecuentes con el mandato de la naturaleza y por eso visten la falda sin complejos (con y sin ropa interior), considerando, además, su uso un signo de virilidad, cuando en Occidente sabemos que se relaciona más bien con el género transPero , anécdotas aparte, lo cierto es que la vestimenta masculina ha evolucionado en un sentido contrario al “previsible”, es decir, más recatado y antifuncional que el de la mujer , tal vez porque si no lo hacían así, daban pie a que la hembra hiciera otro tanto, (lo cual han terminado haciendo cuando el hombre ha visto quebrada su posición de  “dueño legal de su pareja”) . Al final se ha producido la paradoja, durante décadas, de que los únicos hombres que usaban falda eran los célibes por vocación -los curas-con su tradicional sotana y hábitos sacramentales hasta los pies .  

Hablemos de psicología.

En la práctica, pues, la realidad del vestido del hombre y de la mujer , se ha movido en sentido contrario a los patrones antropológicos previsibles, existiendo una aparente confusión de roles. Eso nos hace recuperar la interrogación del inicio  ¿como explicar que la violación, una plaga social  -históricamente considerada-, no haya dejado, aparentemente,  huella profunda en la psique femenina, ni en su forma de vestir, siendo la violación una práctica tan extendida en toda guerra del pasado ( y del presente) ?  Porque no debemos olvidar que aunque en los tiempos modernos, existen menos conflictos bélicos y , en general, un más alto nivel de civismo entre los hombres ( lo que debe reducir el número de  casos de violación), tenemos, sin embargo,  el ejemplo reciente de la Guerra de Gaza, que empezó con un acto terrorista de Hamas, mediante el cual se capturaron más de 200 rehenes israelitas, la mayoría niños y mujeres, y que estas posteriormente fueron violadas y en buen parte asesinadas por sus captores, según informes fiables. Pero eso, lamentablemente, no es todo, porque , de la misma modernidad, también ha surgido un desafío nuevo  que tiende al aumento de los casos de violación  : la progresiva erotización de las artes escénicas y, en especial, el fenómeno nuevo de la pornografía difundida por Internet, que actúan de generadores de energía libidinosa, a la que tienen libre acceso individuos de muy diferente edad, formación y madurez psicológica, con las consecuencias que todos conocemos en el orden de la violencia sexual.

Cualquier violación supone, sin duda, un trauma a nivel personal, siendo también creadora de justificada alarma social , pero en la sociedad moderna se extraen, al parecer,  escasas consecuencias prácticas , exceptuando el endurecimiento de las medidas penales. Parece como si la mujer se resistiera a cambiar su estilo de vida, a pesar del peligro latente que supone vestir o comportarse de una determinada manera en púbico, teniendo en cuenta el pasado animal de la especie -no del todo superado-, y confiando , tal vez,  en que el miedo a la cárcel hará cambiar de actitud a los violadores (lo cual es mucho esperar, por lo que al menos sería recomendable el spray de pimienta en el bolso). De ahí que  haya tenido tanto eco popular (acompañado de estupor) el eslogan feminista «sola y borracha, quiero llegar a casa», que viene a ser una declaración –idealista de que cualquiera que sea su comportamiento en público, ella debe ser respetada.

Las teorías antropológicas de Freud.

Sigmund Freud, muy inclinado a formular teorías creativas sobre antropología e historia ,  tal vez nos hubiera ilustrado a hombres y mujeres de hoy, diciendo que  la exhibición de piel responde al deseo subconsciente de la mujer de querer regresar a un tiempo pasado donde el vestido sobraba, y que el machismo fue eliminando a medida que el sentimiento de propiedad del hombre sobre su pareja, y el drama de los celos , se imponían en la sociedad sedentaria urbana. O quizás el psicólogo austriaco , creador del concepto de Tánatos, viera en la asunción de peligros derivados de la forma de vestir, una cierta inclinación de la mujer al autosacrificio en función de la defensa de valores de libertad. Aunque, en fin, tampoco hay que descartar que Freud advirtiera en la mujer, el residuo de un sentimiento narcisista, que traducía en  mayor autoestima las miradas lascivas de los hombres atractivos, sobre su cuerpo. Pero la pregunta que esto suscita  sería ¿Puede tener más respaldo psicológico en la mujer,  un sentimiento narcisista que el propio miedo inconsciente a la violación ? Conocido es el dicho femenino “presumir es sufrir”, pero surge la gran duda: ¿tanto sufrimiento por el mero lucimiento?  De producirse, no obstante,  una respuesta afirmativa a la primera pregunta, estaríamos ante el reflejo de una cierta  mentalidad inconsciente, en curso de maduración, generada a través de milenios  de  dependencia material y psicológica de la mujer respecto del hombre, en cuyo caso se trataría de una herencia residual del pasado oscuro de la humanidad,  destinada  a extinguirse paulatinamente con el paso del tiempo y los cambios de rol de la mujer.  

Secuelas de nuestro oscuro pasado.

Es precisamente este pasado oscuro y  semi-animal de la humanidad,  el que tiene una gran influencia en la psique de hombres y mujeres, sin que a menudo seamos conscientes de ello. Aunque Freud enseñaba que el hombre prehistórico ya aprendió a sublimar sus deseos sexuales desordenados , reconvirtiéndolos en trabajo socialmente útil y modos civilizados de convivencia, ello no es óbice para que se produzcan periódicos “rebrotes”  de pasiones ancestrales que dan lugar en los hombres, por ejemplo, a  fantasías sexuales relacionadas con orgias y sexo en grupo. Algunas mujeres también experimentan fantasías similares – incluso de violación- , porque en esas percepciones ,que el psicólogo Carl Jung denominó“Arquetípicas” y que son herencia de un pasado en el que existía la promiscuidad primitiva, sólo se vislumbra la satisfacción sexual junto con un lejano sentimiento inconsciente del “mandato biológico reproductivo”, pero no está presente, por el contrario, la fuerza salvaje y degradante de la dignidad femenina que la violación conlleva (sin duda porque en tiempos remotos no existía tal sentimiento de dignidad, como no ha existido nunca en el ámbito de la hembra  perteneciente al reino animal) .Conviene aclarar que esa llamada promiscuidad primitiva,era un concepto corriente en la antropología evolucionista del siglo XVIII, que partía del supuesto de un estadio primitivo en el que no existían tabúes en las relaciones sexuales. Esta concepción se identificó  con el materialismo histórico, en general, y en particular con el camarada de Carl Marx , Friedrich Engels, autor de la obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, basada en el trabajo del antropólogo alemán  J.J. Bachhofen. Sorprende, por tanto, que con estos antecedentes prehistóricos de sexo anárquico, las organizaciones feministas de izquierda confíen la seguridad de las mujeres a la débil capa protectora que generan unos cuantos miles de años de cultura, junto a lasupuesta fuerza disuasoria del código penal. Floja defensa, en suma, cuando están por medio pasiones que, arteramente sobreexcitadas, sobrepasan de lejos la capacidad de autocontrol que proporcionan, en su conjunto,  raciocinio, cultura y sistema judicial.

El fenómeno de la violencia sexual en nuestros días.

Es un hecho que cuando la mujer de hoy pasea sola en la noche por una calle desierta, siente real miedo a la violación (como el hombre siente real temor al atraco),  que es también el miedo a la violencia física, al secuestro e incluso a la posible muerte. Pero durante su vida normal en sociedad , en circunstancias de aparente bajo riesgo, prevalecerá en las mujeres su anhelo de gustar y gustarse,por encima del  miedo a la violencia sexual, conscientes  1) del éxito entre los hombres de realzar sus “atributos”(pocos o muchos) y 2) de la baja probabilidad estadística de convertirse en “víctima” de violación, por lo que vestirá de acuerdo a sus inclinaciones, sin mayor reflexión. Todo esto merecería, repetimos, una mente ágil como la de Freud para explicarlo, pero el psicólogo austriaco no debió detectar  contradicción alguna a nivel social,  tal vez porque la sociedad vienesa de principios del siglo XX en la que él vivía, era bastante puritana, en consonancia con el estilo de vida burgués dominante.  Lo cierto es que el genial autor del libro Terror al Incesto ,que se reconvirtió más tarde en la teoría psicológica  del Complejo de Edipo,  no produjo en el terreno editorial nada parecido con el título Miedo a la Violación , como hubiera sido esperable en el “osado” psicólogo que identificó la “primera” violación colectiva -con rasgos incestuosos-, con el origen de las religiones y las sociedades modernas, lo que de algún modo significó vincular la violación con la moderna prohibición del incesto y el correlativo triunfo de la exogamia. Podemos, pues, afirmar que Freud sí vio consecuencias sociales en el fenómeno de la violación, pero la culpa y el remordimiento de estos hechos míticos, que habrían servido en la prehistoria para crear la idea del Dios-Padrey el tabú del incesto,  no dejaron, al parecer, huella adicional en la psique de la mujer,  sin duda porque el monopolio sexual a cargo de un solo hombre, mayor, era contrario a sus intereses biológico-reproductivos. Por eso, Sigmund Freud, en contra de lo que podía esperarse de su trayectoria intelectual, trató los casos frecuentes de histeria femenina de su época, no como terrores auto-inducidos con origen en las míticas violaciones tribales,sino como un cuadro de insatisfacción sexual de la mujer, motivado por autorrepresiones inconscientes. Mediante la hipnosis y otras técnicas psicológicas, Freud detectó, en efecto,  que estaba ante casos de autorrepresión de ciertas pulsiones sexuales inconfesables, algunas derivadas del complejo de Electra, (la versión femenina del complejo de Edipo); pulsiones que resultaban  perturbadoras de su psique y de su sexualidad, porque entraban en conflicto con las enseñanzas del Súper-Yo, generadas en el ámbito familiar a lo largo de generaciones. (Teoría que se había visto previa e indirectamente confirmada, cuando científicos ingleses idearon en el siglo XIX el “vibrador eléctrico” como herramienta para combatir, con éxito, los casos británicos de histeria femenina más resistentes a los tratamientos convencionales).  

Lo que podemos esperar del futuro.

Una última reflexión al hilo del tema freudiano  : se dice que el machismo no se transmite de padres a hijos, sino de madres a hijas,  lo cual puede sonar paradójico, pero es una idea nada descabellada  que, en muchos casos,presenta visos de realidad ¿será, pues, la transmisión intrafamiliar  del machismo, la reacción cultural de la mujeres-madres ante el  miedo a la violación de sus hijas ? Porque una educación orientada a que las mujeres vayan púdicamente vestidas en la calle, y sean obedientes y sumisas a su futuro marido ¿no va a dirigida a eliminar posibles causas de violación -o de amoríos adúlteros-  al tiempo que  refuerza los lazos con su pareja, evitando de paso los enfermizos celos masculinos que están en el germen de múltiples casos de violencia de género? Las reacciones “exhibicionistas”  de las mujeres jóvenes que hacen caso omiso de este tipo de consejos, tal vez manifiesten, con su despreocupado proceder, un narcisismo atávico no superado o un rechazo visceral del machismo y/o de la figura de los progenitores que ayudan a mantener vivo el dominio masculino sobre la mujer.

De cualquier forma, el hecho de que narcisismo y machismo vayan desapareciendo con el tiempo por efecto de una mayor integración económico-social de la mujer , y la consiguiente menor influencia de la familia en la educación de sus hijos, puede explicar de modo convincente el origen de esta tendencia creciente relacionada con la exhibición del cuerpo femenino en situaciones de no-riesgo, mientras explicaría también la recurrencia cada vez mayor  al “masculino” pantalón,  en contextos sociales comprometidos. La nueva mujer mentalmente adulta, es decir, la liberada de inclinaciones “infantiles” atávicas, estaría, pues,  discriminando con inteligencia, a la hora de vestirse y auto protegerse, con objeto de maximizar resultados -siguiendo con Freud- en el campo de Eros, mientras disminuye riesgos  en el sombrío terreno de Tánatos.

Alonso Cortés.

-7 de marzo 2024-

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